LABOR SOCIAL

En poco tiempo, la población se acostumbró a ver en el Colegio algo cercano y familiar, algo propio, y el edificio, con su magnificencia y sus exóticos jardines, se convirtió en un punto de referencia obligado para cualquier actividad social que se desarrollase en la localidad. Sin duda, éste fuera el objetivo último de Don Fernando Blanco: suministrar a la villa que lo vió de un eficaz instrumento de prosperidad social y esparcimiento.
El esfuerzo educativo de la Fundación non sólo llegó a los niños y niñas en edad escolar. Muy pronto se instalaron, fuera del horario lectivo, clases para trabajadores y adultos que se centraron en la alfabetización y en las enseñanzas del dibujo y de la música. Poco después se suprimirían, por innecesarias, estas clases de adultos y obreros, tras reducir el analfabetismo hasta límites difícilmente imaginables unas décadas antes en Galicia.
La erradicación de hábitos perniciosos, que se fueron corrigiendo con la labor educativa emprendida desde el Colegio, fue uno de los principales objetivos sanitarios de la Fundación, pero no el único. En 1887 se instalaba en el Colegio un botiquín dirigido por un farmacéutico, al que tuvieron acceso, de forma totalmente gratuita, no sólo los empleados de la Fundación, si no todos los pobres de la parroquia.
La preocupación sanitaria de la Fundación tuvo especial relevancia en la epidemia de viruela del año 1888, causante de 53 muertes, y en las fiebres tifoideas que años después asolaron la población. La Fundación puso a disposición de los médicos municipales los medios necesarios para sofocar la epidemia, mientras que varios maestres del Colegio recorrían sus calles buscando, aislando y eliminando focos de infección. Gracias a las posteriores campañas de vacunación promovidas por la Fundación y a la educación higiénica impartida en los centros, estas epidemias casi endémicas fueron erradicadas a principios del siglo XX.
Fueron múltiples y constantes las iniciativas benéficas y caritativas que partieron de la Fundación. Sería excesivamente prolijo enumerar los donativos a pobres, las anuales contribuciones a las fiestas patronales, las ayudas económicas para reparaciones y ampliaciones en la iglesia parroquial o tantas otras resoluciones que siempre buscaron la repercusión inmediata en beneficio de la villa. Pese a todo, algunas de sus mayores contribuciones al progreso de Cee si merecen ser comentadas.
Así, en el año 1887, previa autorización de la Dirección General de Correos y Telégrafos, se instalaba en el Colegio la primera estación telefónica interurbana de la villa. La localidad se comunicaba así con la estación telegráfica de Corcubión y, a través de ésta, con toda España. Su sostenimiento corría a cargo de la Fundación que, excepto las tasas cobradas para Hacienda, invirtió el resto de las recaudaciones en diversas obras públicas del pueblo. El propio Ayuntamiento de Cee llegó a pedir a sus habitantes, en un bando público, que enviaran sus despachos desde el Colegio y no desde Corcubión, para aumentar así los ingresos telefónicos.
Este espíritu que procuraba aunar el uso de los últimos adelantos del progreso con la contribución al desarrollo inmediato de la villa fue una constante en el quehacer cotidiano de la institución.
Especial mención merece también la llegada, el 1 de abril de 1906, de la luz eléctrica a la villa de Cee. Pocos días antes los gestores de la Fundación pensaran en el acetileno para substituir la anticuada iluminación de petróleo empleada en el Colegio, pero al saber que una empresa local podría subministrar en breve energía eléctrica, cambiaron de idea. El 20 de marzo de ese mismo año se firmaba el contrato entre el Colegio y Electro Cereijo, y poco después esta empresa de Cee instalaba la necesaria red de iluminación, comprometiéndose a proporcionar el fluido eléctrico necesario.
Vemos así, que en las primeras décadas de existencia de la Fundación, todas las iniciativas que surgían perseguían el firme propósito de contribuir al progreso económico, social y cultural de la villa. Mientras duró el aliento filantrópico que impulsara el nacimiento de la Fundación, el ideal benefactor y generoso de Don Fernando Blanco de Lema continuó desarrollándose con las actividades de la institución; pero el paso de los anos traería posteriormente la lenta e irremediable decadencia de un proyecto social y educativo que cambiara por completo las condiciones de vida de la comarca.